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Arquetipos Del Apego: Cómo Influyen En Tus Relaciones De Pareja

Actualizado: 7 jun

Quizá nunca te lo preguntaste de esta forma, pero… ¿en quién te conviertes cuando amas? 


¿La/el que todo lo da y se olvida de sí misma/o?

¿La/el que nunca necesita a nadie y vive detrás de un muro invisible?

¿O tal vez saltas entre esos extremos sin entender por qué?


Detrás de tus vínculos, de tus reacciones, de tus miedos más íntimos, viven arquetipos inconscientes. Son roles que aprendiste en la infancia, formas de sobrevivir al amor que dolía, que faltaba o que llegaba solo a medias. Y aunque creas que “así eres”, en realidad son estrategias, modos de proteger tu corazón.


Hoy, puedes empezar a reconocerlos. Porque solo lo que se hace consciente puede empezar a transformarse.


Los Arquetipos del Apego que condicionan tu forma de amar

Representa el arquetipo de la salvadora o salvador, de quien intenta salvar a otros para sentirse valioso en una relación, asociado al apego ansioso.

El apego ansioso y la necesidad de ser indispensable


Si tienes un estilo de apego ansioso, quizás te reconozcas en la/el rescatadora/or, esa figura que se desvive por salvar a los demás. Anhelas ser amada/o por quien eres, pero sin darte cuenta, te conviertes en alguien que hace por los otros lo que no se permite hacer por sí misma/o. Arreglas vidas ajenas para no mirar de frente ese vacío interior que tanto duele.


Vas por la vida encontrando proyectos: parejas rotas, personas heridas, almas caóticas. Y te dices: “Yo le enseñaré a amar, yo le ayudaré a salir de su pozo.” Creas la fantasía de que si logras rescatarle, al fin alguien te necesitará y, tal vez, también te amará.


Pero en el fondo, ¿lo haces por la otra persona… o lo haces para no enfrentarte a tu propio dolor?


La necesidad del otro te da estabilidad, porque crees que si no eres digna/o de ser amada/o, al menos que te necesiten. Y cuando no recibes ese reconocimiento, te invade la rabia, la frustración, el sufrimiento. “Después de todo lo que he hecho… ¿así me lo paga?”


Y así, se repite la vieja herida. Pero no necesitas que te necesiten. Necesitas que te amen por quien realmente eres.


Quizá también te identifiques con la/el niña/o buena/o. Esa/e que aprendió a ganarse el cariño de mamá y papá siendo perfecta/o, complaciente, sin molestar, sin pedir. Hoy, de adulta/o, te cuesta saber lo que quieres, dudas de tus propios deseos, porque te acostumbraste a vivir para complacer a los demás.


Temes que si no eres amable, si no estás siempre disponible, te rechacen y vuelvas a sentir ese dolor que creías haber olvidado. Y así, te pierdes de nuevo en la mirada de los demás, intentando merecer un amor que nunca debería haber sido condicionado.


Simboliza la autosuficiencia del apego evitativo y la distancia emocional que muchas veces se toma para protegerse del dolor.

El apego evitativo y la trampa de la autosuficiencia


Si lo tuyo es más bien alejarte, no necesitar a nadie, ponerte la armadura de la independencia… quizás estés encarnando el arquetipo de la/el autosuficiente.


Aprendiste a sobrevivir sola/o porque nadie estuvo allí cuando más lo necesitabas. Construiste muros, te hiciste fuerte, dura/o, invulnerable. Pero bajo esa coraza, late un corazón lleno de miedo a ser herida/o, a volver a sufrir el abandono de antaño.


Te muestras como alguien que todo lo puede, que todo lo sostiene, pero es solo una falsa seguridad. Has aprendido a negar tus emociones, a desconectarte de tus necesidades. Y aunque pareces fuerte, por dentro hay un cansancio enorme, una soledad que apenas te permites reconocer.


Temes la traición, temes la dependencia, temes volver a sentirte débil. Y por eso, no te permites mostrar tu vulnerabilidad. Pero, ¿hasta cuándo sostendrás ese peso? ¿Cuánto tiempo más vivirás a medias, sin dejar que nadie te vea de verdad?


Evoca el mensaje de escribir tu propia historia, reconocer tus patrones de apego y comenzar a escribir un nuevo capítulo en tu forma de amar.

El final que mereces escribir


No importa cuál de estos arquetipos hayas encarnado. No importa si saltas de uno a otro sin darte cuenta. Lo que sí importa es que hoy puedes empezar a elegir de nuevo.


Puedes dejar de ser la/el salvadora/or de otros y empezar a ser tu propia/o salvadora/or. Puedes bajar la armadura, poco a poco, y descubrir que la vulnerabilidad no te destruye… te libera.


No estás destinada/o a repetir las mismas historias. Estás aquí para sanar, para reescribir tu forma de amar. No desde la necesidad o el miedo, sino desde la autenticidad y el merecimiento.

Porque mereces un amor en el que no tengas que ser imprescindible o especial para no ser olvidada/o. Un amor en el que puedas quedarte no porque te necesitan… sino porque, de verdad, te eligen.


Cuando dejas de buscar fuera lo que solo puedes darte tú, descubres que el amor verdadero siempre empieza por casa.

Hacer terapia es un acto de cuidado personal, no una señal de debilidad.


Si sientes que el apego te retiene incluso cuando sabes que es momento de soltar, si una parte de ti quiere avanzar pero otra se aferra al “y si…”, no estás sola/o en esa lucha interna.

Un proceso terapéutico puede ayudarte a diferenciar entre lo que necesitas hoy… y lo que aprendiste a necesitar ayer. Porque soltar no siempre es perder. A veces, es empezar a volver a ti.



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