top of page

Práctica De La Autoobservación: Vuelve A Ti Cuando La Mente Te Arrastre


La práctica de la autoobservación no es controlar tu mente, es aprender a mirarla sin creer todo lo que dice.


Y no hace falta que te vayas a un retiro espiritual para empezar a conocerte. Tampoco necesitas huir al silencio de las montañas. La verdadera travesía comienza en un lugar mucho más accesible, aunque a veces incómodo: dentro de ti.


Has vivido tanto tiempo inmersa/o en tus pensamientos que olvidaste algo esencial: no eres lo que piensas.


Has creído ser esa voz que te tortura, que te dice que no puedes, que no vales, que algo malo va a pasar. Y sin darte cuenta, le diste tanto poder que acabaste viviendo al ritmo de su miedo.


La forma en que interpretas lo que te sucede es lo que realmente determina tu grado de felicidad y bienestar.


No se trata de controlar lo que piensas o sientes. Eso es imposible.

Tampoco de luchar para callar la mente. Eso solo le da más fuerza.


La clave está en mirar sin engancharte. Ver sin enredarte. Escuchar sin convertir esa voz en tu verdad absoluta. 

Se trata de tomar la distancia necesaria para poder observar lo que estás pensando y desde esta visión distanciada desvincularte de tus pensamientos y desapegarte de tus propias narraciones limitantes aprendidas.


Mujer frente a sí misma, en actitud contemplativa: Mujer en actitud de introspección, mirándose a sí misma como símbolo del diálogo interno.

Cuando dejas de pelear con tu mente, empiezas a liberarte


Y es ahí, en ese acto tan simple, donde comienza la libertad: cuando dejas de luchar con la mente condicionada y aprendes a mirarla sin dejarte arrastrar por ella.


Cuando cultivas esa mirada consciente, ese/a Yo Observador/a, algo empieza a cambiar.


Descubres que puedes tener pensamientos incómodos, emociones intensas, recuerdos dolorosos… sin identificarte y aun así seguir eligiendo, creando una vida que refleje lo que realmente eres en esencia.


Be water, my friend: La flexibilidad como camino


La vida no pide que seas de hierro. Pide que seas agua. Que aprendas a fluir con lo que viene, sin aferrarte, sin resistirte.


La autoobservación no es encerrarte en la mente analítica. Es abrirte a mirar lo que ocurre en ti sin necesidad de reaccionar a todo.


Dejar que los pensamientos pasen como nubes.

Que las emociones suban y bajen como olas.

Porque tú no eres la nube. Eres el cielo que las contiene.


¿Qué cambia cuando pones en marcha la práctica de la autoobservación?


  • Te das cuenta de que tus pensamientos y emociones son solo experiencias transitorias, no un reflejo de quién eres en esencia.

  • Empiezas a responder a la vida desde tus valores, no desde tus heridas.

  • Dejas de luchar por controlar lo que no depende de ti y comienzas a enfocarte en lo único que siempre está en tus manos: tu actitud consciente.

  • Te anclas en el presente, sin quedarte atrapada/o en lo que fue o en lo que podría ser.

  • Aprendes a mantener un diálogo honesto entre tu ego y tu conciencia, para decidir y elegir ser quien realmente eres, no lo que otros te dijeron que debías ser.


Y lo más importante: vuelves a estar en conexión contigo, reencontrándote con quien eres en lo más profundo, más allá de todo lo que creíste ser.


Porque al final, no se trata de convertirte en otra persona, sino de recordar a la que siempre estuvo ahí… esperando ser reconocida.


Hombre reflexionando frente a una ventana, en silencio: Hombre en pausa introspectiva, mirando hacia el exterior mientras contacta con su conciencia y emociones.

¿Cómo empezar a practicarla de verdad?


  • Detente unos segundos al día. No para cambiar lo que sientes, sino para darte cuenta de lo que está pasando en ti.

  • Ponle nombre. “Estoy teniendo el pensamiento de que no soy capaz.” “Estoy sintiendo miedo.”

  • Inhala suave, exhala lento… y pregúntate: ¿Quién sería, o en qué elegiría creer, si este pensamiento no estuviera ahí? Y desde ese lugar, desde ese valor —no desde tu miedo—, da un paso, una acción inspirada en tu valor, aunque sea pequeño.

  • No busques controlar la tormenta. Aprende a ser el cielo. Tú eres más grande que tus problemas, eres quién los contiene para transformarlos.


Porque la vida no se trata de tener pensamientos perfectos ni emociones siempre en calma. Se trata de aprender a estar en paz… incluso cuando todo a tu alrededor es un desorden.


Se trata de entrenarte en la flexibilidad de moverte entre el centro de la tormenta —quien realmente eres, ese lugar de calma— y la periferia, ese mundo exterior caótico y lleno de desafíos.


Y cada vez que eliges detenerte, observar y volver a ti, construyes el puente que une todas tus partes, creando el equilibrio necesario para tu bienestar.
Mujer mirando por la ventana con expresión reflexiva: Mujer observando a través de una ventana, representando la autoobservación y la conexión con su mundo interno.

El final que mereces escribir


Tu mente no es tu enemiga. Es una herramienta poderosa que, cuando aprendes a comprenderla y manejarla, puede impulsarte hacia una vida más consciente, plena y auténtica.


Deja de luchar contra lo que sientes o piensas. Empieza a mirar. Empieza a elegir.


Porque cada vez que vuelves a ti, cada vez que despiertas esa conciencia, te rescatas de la mente que juzga y critica, y entras en ese espacio de calma y libertad donde, al fin, puedes habitarte tal y como eres.


No es el pensamiento en sí lo que determina tu vida, sino el grado en que te fusionas o te identificas con él.


Lo que realmente genera sufrimiento no es la mente condicionada del ego, sino la desconexión de tu conciencia, esa parte de ti que siempre sabe volver a casa.


Cultivar a tu Yo Observador/a no es solo una técnica; es un modo profundo de relacionarte contigo misma/o.


Y es ahí, en esa práctica consciente, donde aprendes a mirar tus pensamientos, emociones y sensaciones sin quedar atrapada/o en ellos, permitiéndote actuar de forma más libre y alineada con lo que de verdad importa: tus valores, tus elecciones, tu vida vivida desde la autenticidad.


Hacer terapia es un acto de cuidado personal, no una señal de debilidad.


Si tu mente va a mil y sientes que te pierdes entre pensamientos, quizás ha llegado el momento de hacer una pausa. La autoobservación no es una meta que se alcanza, es una práctica que se cultiva. Y no siempre es fácil hacerlo sola/o.


La terapia puede ser ese espacio donde aprender a mirar lo que te pasa sin juicio, con más presencia y menos exigencia. Donde descubrir que no eres tus pensamientos… sino quien los observa con amor y curiosidad. Si sientes que es momento de volver a ti, aquí estoy para acompañarte.

Comentarios


bottom of page