Cómo Tu Entorno Te Afecta Más De Lo Que Creías
- paolaborlini28
- 7 jun
- 5 Min. de lectura
Hay momentos en los que algo externo te sacude por dentro. Una mudanza, una discusión, una etapa de cambio. Y, de repente, te descubres reaccionando con ansiedad, tristeza, vértigo o enfado… sin entender muy bien por qué.
¿Cómo tu entorno te afecta sin que lo notes?
Lo que a veces olvidamos es que el entorno no solo nos rodea: lo respiramos, lo absorbemos, lo incorporamos, interactúa con nosotras/os y afecta directamente nuestro mundo interno. Por eso es tan importante reconocer cómo tu entorno te afecta, incluso cuando crees que tienes todo bajo control.
Ya que puede activar heridas emocionales profundas, esas que estaban dormidas, esperando las condiciones justas para salir a la superficie. Y ese disparador puede ser cualquier cosa: una palabra, un cambio, una ausencia.

Tu sistema nervioso no distingue entre lo externo y lo interno. Todo se entrelaza y repercute en ti:
Las emociones que circulan a tu alrededor, en tu casa o tu trabajo.
Las situaciones que atraviesas actualmente: un duelo, un embarazo, un ascenso laboral, una ruptura amorosa.
Tu estilo de vida: cómo comes, duermes, si te mueves o tienes una vida sedentaria.
El lugar físico en el que vives —tu casa, tu barrio— también influye: puede ser ruidoso, tóxico, urbano, sucio, desordenado… o, por el contrario, silencioso, acogedor, natural y armonioso.
Tu red de apoyo: amigos o ausencia de vínculos significativos.
Factores socioculturales como el transporte público o personal, las tasas descomunales de las hipotecas, la discriminación, la política, la economía.
Una determinada situación que desencadena un malestar emocional, sin lógica aparente, por ej: "me da pánico el fondo del mar"
Todo esto moldea tu estado emocional y tu salud física.
Pon atención a lo que te rodea
Un entorno adecuado te calma. Uno desregulado te desgasta.
Cuando estás expuesta a un ambiente hostil por mucho tiempo, tu cuerpo entra en modo supervivencia. Se activa el sistema de alerta y empiezas a segregar cortisol, adrenalina, noradrenalina.
Las consecuencias no tardan en aparecer:
Se debilita tu sistema inmune.
Se alteran tus hormonas y tu digestión.
Te cuesta descansar, pensar con claridad y regularte emocionalmente.
Áreas cerebrales clave como el hipocampo y la corteza prefrontal se ven afectadas.
Tu neuroplasticidad disminuye, dificultando el aprendizaje y el cambio.
Tu entorno puede encender o silenciar tus heridas
La epigenética ya ha confirmado que el entorno puede activar o desactivar marcas emocionales, incluso a nivel genético.
Un ambiente emocionalmente seguro favorece la expresión de genes ligados al bienestar. Uno hostil, a la enfermedad y la desregulación.

Cuando el pasado se hereda: tu historia familiar y tu biología
Hay emociones que no te explicas. Miedos que no se originaron en tu experiencia directa.
Tu salud y tu forma de sentir también pueden estar influenciadas por lo que vivieron tus padres, abuelos o bisabuelos.
Tus genes no son un destino fijo. Son información moldeable.
La epigenética explica que el entorno —incluso antes de tu nacimiento— puede dejar marcas que se transmiten.
Experiencias como:
Traumas
Adicciones
Pérdidas
Violencias
Estrés postraumático
Estas huellas pueden influir en tus reacciones emocionales, incluso si no las recuerdas conscientemente.
La memoria celular podría explicar casos extraordinarios, como el de personas trasplantadas que comienzan a tener recuerdos o miedos relacionados con sus donantes.
En su libro El código del corazón, el neuropsicólogo Paul Pearsall relata el caso de una niña de ocho años que recibió un trasplante de corazón de otra niña de diez que había sido asesinada. Sin conocer nada sobre la donante, comenzó a tener pesadillas con detalles exactos del crimen. Durante sus sesiones de terapia, dibujó y describió al asesino, el arma utilizada y las últimas palabras que le dijo a la víctima. Gracias a su testimonio, pudieron arrestar a un sospechoso que luego confesó el asesinato.
Otro caso, relatado por el profesor Gary E. Schwartz de la Universidad de Arizona, cuenta la historia de un niño de nueve años que recibió el corazón de una niña de tres años que se ahogó. Después del trasplante, el niño comenzó a tener miedo irracional al agua y decía sentir dentro de él a una niña asustada que le pedía que los padres no tiraran a sus hijos al agua. Antes del trasplante, adoraba nadar.
Estos casos han sido interpretados por algunos científicos como ejemplos de memoria celular: la posibilidad de que ciertos recuerdos o impresiones se almacenen en los órganos, no solo en el cerebro.
Sí, hay herencias que duelen. Pero también se pueden transformar.
Cuidar tu entorno hoy, elegir a qué experiencias te expones, qué conversaciones tienes y con quién te vinculas y la autoobservación son caminos que te ayudarán a reescribir tu propia historia, para no quedarte atrapada/o en al de otros.
Puedes haber heredado el miedo, la tristeza, la desconexión, el vacío interior… pero también puedes elegir construir un presente que active tus genes de bienestar, resiliencia y alegría.
Porque no eres solo lo que te pasó. También eres lo que decides hacer con eso.
Crear un entorno que te sostenga también es sanación
La alegría, el amor y la conexión estimulan sustancias como la serotonina, dopamina y endorfinas.
Estas mejoran:
Tu percepción del dolor
Tu sistema inmune
Tu capacidad de aprender
Tu resiliencia emocional
Aunque no puedas cambiarlo todo, si puedes empezar a elegir qué espacios habitar, qué vínculos sostener y qué conversaciones nutrir.
Conclusión: cuidar tu contexto es cuidarte
Tus heridas no están separadas de tu cuerpo.
Tu cuerpo no está separado de tu entorno.
Tu entorno no está separado de tus elecciones.
Tampoco estás separada/o de tu historia familiar: las vivencias de tu árbol genealógico también pueden influir en tu presente.
Todo está vinculado.
Y eso, lejos de ser una carga, es una oportunidad.
Aunque no puedas cambiar todo lo que te rodea, si puedes elegir pequeños actos de cuidado que transformen tu biología y tu bienestar emocional.
Crear un entorno que te sostenga no es un lujo: es autocuidado profundo.
Hacer terapia es un acto de cuidado personal, no una señal de debilidad.
Tal vez lo que estás sintiendo no sea solo tuyo.
A veces, llevas encima historias, miedos o tensiones que no se originaron en tus vivencias. Pero si puedes elegir qué hacer con eso.
La terapia puede ayudarte a ponerle nombre a lo invisible, a ordenar el caos, a soltar lo que no te corresponde y a recuperar tu poder personal.
No tienes que sostenerlo todo sola/o. Puedes empezar a crear un entorno interno y externo que te abrace, te calme y te haga bien.
Y quizás, ese primer paso sea permitirte pedir ayuda.



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